Lo ‘woke’ no es un debate cool ni un hashtag de temporada. Para muchas personas queer, racializadas o disidentes, lo que está en juego no es si ser woke es una “moda” pasajera; sino sus derechos, su seguridad, su día a día. Su mera existencia vuelve a estar a debate. Parece que tocara justificarse de nuevo, volver a la pedagogía de base, poner la otra mejilla… o no.
Aquí somos de la opinión de que si hay sectores “moderados” y empresas que antes se mostraban aliados y hoy se desmarcan del movimiento por temor al coste político... pues habrá que señalar la traición silenciosa como ataque directo.
Y que si hay que aceptar el retroceso, pues que sirva también para preparar la contraofensiva. No revindicando (otra vez) el derecho a existir… sino exigiendo. Porque a veces toca incomodar, levantar la voz, ocupar espacio. Fuego contra fuego. Porque ya se sabe: luego vinieron por mí… y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre.